18.10.06

Espía a una mujer que se mata.

El miércoles 11 de octubre, en Rosario tuvimos la suerte de acercarnos a una obra de Chejòv en la adaptación que D. Veronese hace de Tío Vania, titulada “Espía a una mujer que se mata”

Con las excelentes actuaciones de Oscar Núñez en el personaje de Vania, Marta Lubos, en el papel de la madre de Vania que admira perdidamente a Profesor encarnado por Fernando Llosa, Maria Figueras en el personaje de Sonia, Claudio Quinteros como el Doctor, Teleguin (audaz transposición de Silvina Sabater) y Julieta Vallina como Elena.

La obra comienza con una diálogo el profesor Serevriakov y su joven hija Sonia. El primero, realiza una crítica al teatro moderno, diciendo que no hay nada nuevo en este, que es pura repetición, que no hay sorpresa. Sonia parece haber estudiado todos los textos escritos por su padre y lo que este le dice la hiere hasta el punto de querer matarlo.

El rol asumido por Silvina Sabater se convierte en una mujer comprensiva, que acompaña a todos los personajes, al tiempo que se masculiniza notoriamente El profesor se esconde detrás de su impostada erudición para reclamar reconocimiento. Mientras Vania y Astrov se escudan tomando vodka y en los personajes femeninos de una obra de Alexander Ostrovsky, en la que se esconde Las criadas de Jean Genet. Sonia sufre: por el amor del doctor al tiempo que se da cuenta de su fealdad, sufre también por el legado de su padre y por el sufrimiento de su Tio Vania. Elena comprende el amor de Sonia por el doctor, porque ella también lo siente aunque claudica ante sus sentimientos, sobre el final, para abandonar aquella casa de campo y a sus integrantes, para marcharse junto a su esposo. Y para que finalmente todo vuelva a ser en aquella morada “como antes” que lleguen el profesor y su esposa.

Así Sonia y Vania encuentran que su trabajo es su única forma de seguir viviendo.

En la versión Tio Vania de Veronese no hay un héroe, no hay personajes inmaculados, la obra de Chejov en esta particular adaptación, sigue teniendo actualidad, su horizonte de lectura se reconstruye. No es posible identificarse con uno, sino por momentos con alguna de las “verdades escénicas” que plantean y más cabalmente con las interrogaciones que se (nos) hacen. Chéjov decía: "No confundir resolución del problema con planteo justo, que éste último es el único válido y obligatorio para el artista".

Por eso no cree que la misión orientadora del artista debe ejercerse de manera explícita; por el contrario, consiste en develar permitiendo que obre en el público sin interferencias de ningún tipo.