27.5.07

Sobre "El Perfume" de Patrick Süskind

Morí por la Belleza, pero apenas acomodada en la Tumba, Uno que murió por la Verdad yacía En un cuarto contiguo-

Me preguntó en voz baja por qué morí. -Por la Belleza -repliqué- -Y yo -por la Verdad- Las dos son una- Somos Hermanos -dijo-

Y así, como Parientes, reunidos una Noche- Hablamos de un cuarto a otro- hasta que el Musgo alcanzó nuestros labios- y cubrió -nuestros nombres-

Por E. Dickinson

versión de Irene Gruss [1]

Llevada por la curiosidad, de varias recomendaciones, el verano pasado, leí “El Perfume” de Patrick Süskind.

Es una obra literaria atrapante que difícilmente pueda olvidarla.

La fascinación que provoca se basa en primer lugar en que la obra permite indagar en otro campo del saber como es la psicología y por lo tanto pensar cuestiones como el deseo, el amor, el odio, la obsesión, el lenguaje, la muerte y el suicidio, tan cotidianas pero tan aprehensibles como el propio perfume.

El perfume es la historia de Jean-Baptiste Grenouille, un asesino que tiene la mejor nariz, con un olfato absoluto, prodigioso, su mundo se constituye de aromas y olores, los nombres no alcanzan a definir lo que sentía ante su presencia, es capaz de detectar el olor con solo recordarlo.

El otro punto importante es que la obra se desarrolla en la Francia del SXVIII; y muestra como el Siglo de la Razón lo era sólo para unos pocos. El personaje nace en una pescadería del mercado de Paris en condiciones paupérrimas de miseria, suciedad y malos olores.

Así, en un mundo pretendidamente racional, Grenouille es el quiebre, lo que no encaja, la anomalía sensorial sumado a la pasión científica por aprehender.

Los iluministas, buscaban una explicación racional y científica de la naturaleza y del universo; el siglo de las luces, que instauró entre otras cosas la convicción en el progreso individual que aún persiste en nuestros días.

El personaje de Patrick Süskind, logra su objetivo, consigue la fragancia que provoca deseos primario en los hombres.

Tenía el poder de hacer cuanto quisiese, poseía un poder mayor que el dinero, que el terror, que la muerte, el insuperable poder de inspirar amor en los seres humanos pero no tenía el poder de olerse a sí mismo. Y si el mismo no se podía oler y, por lo tanto, nunca saber quien era él, le importaba un bledo el mundo, él mismo y su perfume.

La cita lleva a pensar lo que señalaba Lacan (1958) “el problema del deseo, es que no es algo con lo que el sujeto llegue investido, poseído, a la vida. Tiene que situarlo, encontrarlo a su costo y a su más grande pena, al punto de no poderlo hallar sino en el límite, en su acción, que no puede ser realizable, sino a condición de ser mortal”.

La lectura de esta obra me llevo a cruzarla con conceptos lacanianos, trabajo que presenté como final de la materia Teoría del Sujeto dictada por Ps. Carlos Bruck en el marco de la maestría en Comunicación y Creación Cultural, del Instituto Walter Benjamín. Dicho trabajo puede ser leído, descargado y comentado haciendo clic aquí.

En último lugar, cabe mencionar que El Perfume fue llevado al cine recientemente y lamentablemente esta producción deja de lado lo más rico de la obra literaria.

Fueron muchos los directores que quisieron llevar la novela de Süskind a la pantalla grande, pero no fue posible ni por Kubrick, ni Ridley Scott, ni Martin Scorsese ,ni por Milos Forman, ni por Tim Burton; fue finalmente, el alemán Tom Tykwer quien llevó la dirección del proyecto.

No puedo evitar preguntarme cómo hubiera sido una versión burteriana de El Perfume...

1) Extraído de http://www.lamaquinadeltiempo.com/poemas/emily01.htm